
¿Cuántas veces hemos escuchado aquello de “…por mis cojo..es” ésto o aquello?, o incluso nosotros mismos nos hemos despachado con esa expresión, en un ímpetu y demostración de poderío testicular, la mayor parte de las veces fruto de una conjunción entre juventud y búsqueda de la posición jerárquica en el grupo, lo que habitualmente suele coincidir con la llamada “edad del pavo”.
Así que, cuando en un acto de afirmación nos “tocamos los testículos”, estamos emulando, ni más ni menos, una actividad recogida en el derecho romano, por muy soez que parezca el acto.
Un papa de sexo femenino
La relación testículo-testigo va más allá, pues antiguamente los papas debían demostrar que tenían sexo masculino para poder acceder al papado (este hecho sigue sin ser reconocido por la Iglesia Católica), y la forma de atestiguarlo era permitiendo que fueran “palpados” sus testículos en prueba de masculinidad.
Aunque lo que voy a narrar parece ser una leyenda, existe una historia, incluso con datos biográficos, sobre la existencia de un papa de sexo femenino que estuvo en su cargo durante dos años, y que podría haber dado lugar a la costumbre posterior de comprobar el sexo de un cardenal previamente a ser propuesto para papa. La mujer de esta historia o leyenda se llamaba Juana, al parecer era hija de un monje y consiguió hacerse pasar por hombre de nombre Juan para conseguir obtener mayores conocimientos, los cuales estaban prohibidos a las mujeres. Trabajando como escribano pudo moverse con cierta libertad entre la aristocracia, llegando a ser secretario del papa León IV.
Existen numerosas versiones sobre la forma en que Juana llegó a ser Juan XIII a la muerte de León IV, e incluso sobre la procedencia y otros variados datos biográficos, pero no existe nada concluyente al respecto. Lo que si llama la atención, son algunas cuestiones que se derivan de varias actuaciones eclesiásticas, al parecer con la intención de borrar este hecho de la historia de la Iglesia Católica; una de ellas es la existencia de un segundo papa Juan, pero que no reinó como Juan XIX, como sería lógico por orden numérico, sino que fue nombrado también Juan XIII, como calcando al anterior para eliminar su existencia.
Según la misma leyenda, la papisa Juana quedó embarazada de su sirviente personal, y aunque los atuendos papales permitían ocultar su estado, durante una procesión entre la basílica de San Pedro y Letrán, cuando pasaban ante la iglesia de San Clemente comenzó a sufrir contracciones, dando a luz allí mismo. En un caso se dice que Juana murió lapidada a manos de la multitud encolerizada por la mentira descubierta, y en otro caso que murió durante el parto. Sea o no verídico, lo que sí es constatable es que la Iglesia tiene prohibido realizar procesiones frente a San Clemente.
Ilustración del momento en que se produjo el supuesto parto de la papisa Juana (fuente: lavoceditutti)
Es curioso tras la muerte de Juana, que al nuevo papa nombrado (Benedicto III) le pusieran como fecha de toma de posesión el año 855, borrando así cualquier vestigio de existencia de Juan VIII en esas fechas, pues el Juan VIII que figura en el listado de papas corresponde a varios años después.
Finalizo explicando el proceso de testificación por “palpación” del candidato a papa, por lo curioso del sistema, que no por su morbo, que sin duda también lo tiene:
Según una de las varias versiones que circulan, el cardenal candidato a papa debía sentarse en una silla conocida como “sedia stercoraria”, la cual tenía un agujero en su mitad. Posteriormente, el cardenal más joven del cónclave tenía que palpar los genitales al Papa introduciendo la mano por debajo de la silla y “testificar” luego a los demás que no había fraude en la elección. Si la prueba era válida, exclamaba en voz alta “Duos habet et bene pendebant” (”tiene dos y cuelgan bien”), atestiguando así que ninguna mujer se ha hecho pasar por hombre.
Ilustración representando el palpado testicular al papa (fuente: vaticanhistory)
Asiento papal “sedia stercoraria” que se encuentra en el Museo del Vaticano
Otra versión dice que eran todos los cardenales del cónclave los que pasaban uno a uno a palparle los testículos al futuro papa, lo cual añade un poco más de morbo si cabe al proceso.
Me parece una historia fascinante que deja la inquietud sobre las muchas pruebas de tal evento en la antigüedad. Muy buen artículo, felicitaciones!