
La verdad es que los romanos no se aseaban demasiado ni lavaban la ropa tan a menudo como creemos o, al menos, como sería deseable. Si a esto añadimos que se lavaban los dientes con orines y solían degustar la nauseabunda salsa de pescado “garum” podemos hacernos una idea de la pestilente atmósfera que se desprendía y respiraba en las aglomeraciones.
A falta de jabón, que aún no se había inventado, los romanos empleaban aceites y compuestos de sosa (aphonitrum), y en lugar de esponjas, placas arqueadas con las que se rascaban la piel. Las toallas las había de baño (sabana), de rostro (faciales) y de pies (pedale).
Sólo las casas de los muy ricos disponían de algo parecido a un baño (lavatrina), aunque muchos otros poseían una bañera portátil que instalaban en la habitación contigua a la cocina para disponer de agua caliente con más comodidad.
Otros autores, como Séneca, sin embargo aseguran que los romanos se lavaban todos los días la cara, los brazos y las piernas, partes del cuerpo que dejaban al descubierto, y tomaban un baño completo cada nueve días, bien en el baño de la casa, si lo había, bien en las termas o incluso en los ríos.
También invertían tiempo en acicalarse y embellecerse, para lo cual disponían de utensilios como espejos metálicos, peines de madera, hueso, de marfil o de plata, y pinzas y agujasde diversos tamaños para sujetar el peinado y el vestido.
Misma escobilla para todos.
Las termas romanas
Quienes optaban por adecentarse en público acudían a las termas, espacios para el baño y la conversación que disponían de vestuarios, sala de calor seco, sala de agua caliente (caldarium), sala de agua fría (frigidarium), sala de agua templada (tepidarium), piscina al aire libre, gimnasio (palestra), servicio de masajes, biblioteca,…
En el templarium, una piscina con agua y pétalos de rosa, los hombres y las mujeres solían relajarse en común. Este tipo de baño se tomaba entre la meridiatio (el mediodía) y la cena.
Las termas llegaron a alcanzar gran fama y popularidad entre romanos y romanas lo que llevó aAgripa a construir por primera vez una colosal y céntrica casa de baños en Roma para contentar a las masas, que en principio funcionó como sauna. A partir de él otros emperadores convirtieron las termas en edificios impresionantes.
Pero no todos los romanos sentían precisamente devoción por las termas. De nuevo, en opinión de Séneca, el filósofo y estadista, “la sudoración debe ser resultado de un gran esfuerzo físico y no de una improductiva sesión en una sala caliente”.
Pero muy a pesar de Séneca, estos baños públicos fueron lugares ideales para la relajación y para cultivar las relaciones sociales con lo que ello podía suponer. Las estancias se decoraban cuidando los detalles con vistosos mosaicos, estatuas o frescos.
El uso de Cosméticos
Ya hemos dicho que los romanos solian utilizar los orines para lavarse los dientes, siendo los más apreciados los españoles, que se envasaban en ánforas precintadas y se trasladaban en barcos hasta Roma.
En cuanto a los productos de belleza, en especial ungüentos y perfumes, eran muy variados.
Usaban aceite perfumado para los masajes después del baño, perfumes para el cabello y el cuerpo, y desodorantes contra el olor de axilas y pies. Eran las esclavas quienes, en ocasiones, se llenaban la boca con perfumes y los pulverizaban con gran maestría sobre el rostro y el cuerpo de sus dominas.
Via:unsurcoenlasombra