
La próxima vez que te saques una lata de Coca-Cola, una chocolatina o un condón de una máquina expendedora, acuérdate de Herón de Alejandría. Este brillante matemático e ingeniero helenístico que vivió durante el primer siglo después de Cristo en la ciudad egipcia de Alejandría -en aquel entonces provincia romana- es el artífice del invento que tantas veces ha satisfecho nuestras necesidades fisiológicas, sacándonos de más de un apuro.
La primera máquina expendedora de la historia se empleaba para dispensar agua bendita en los templos. Se trataba de un mecanismo muy sencillo, pero que hacía perfectamente su labor.
Funcionaba con una moneda de dos dracmas que se introducía en la ranura (A) para luego caer sobre la plataforma (R), que se deslizaba hacia abajo por el peso de la moneda. Así, el cable (P) se elevaba y destapaba un tapón (G), que dejaba caer el agua en el vaso del devoto fiel.
La moneda que había caído sobre la plataforma (R), iba poco a poco resbalando hasta caer en el fondo. En ese instante, se producía el proceso inverso: la plataforma volvía a su sitio y empujaba el cable (P) que volvía a cerrar el tapón. ¡Cuánto deben gigantes como Coca-Cola, Durex o Nestlé a Herón de Alejandría!