
Salem, Massachusetts, 1692. De forma repentina se multiplican los juicios contra habitantes de esta localidad, en su mayoría mujeres a las que se acusa de brujería. ¿Cuál es el detonante? Varios casos de niñas con extraños síntomas, como espasmos y alucinaciones, desatan la alarma en la ciudad. En una espiral de histeria colectiva, en la que aparece como trasfondo la pugna entre varias familias por el control político y una fuerte presencia de la religión y el puritanismo, comienza a señalarse a algunas personas como causantes de estos trastornos. El número de acusados supera el centenar, los juicios se multiplican y alrededor de 20 procesos acaban en ejecuciones, a pesar de que las acusaciones se basan más en rumores que en pruebas.
Diferentes han sido las teorías para explicar este episodio. Lo que se consideró un caso de brujería, con el paso del tiempo ha dado lugar a otras interpretaciones. Una de las que cobran más fuerza, y que sostienen algunos investigadores, explica lo sucedido en Salem como una consecuencia del ergotismo. Esta enfermedad, que asoló a poblaciones rurales europeas en la Edad Media, la causa el cornezuelo del centeno, un hongo relacionado históricamente con brujería y toda clase de misterios y leyendas.
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Claviceps purpurea –su nombre científico– crece en las espigas del centeno y ha estado presente en el imaginario de muchas comunidades. Durante siglos los campesinos se esforzaron en evitar que aquel espolón negruzco se mezclase con el grano en las cosechas del cereal. Si no lo conseguían, el hongo acababa mezclado con la harina, se incorporaba al pan y era ingerido, provocando la intoxicación. Alucinaciones, delirios, convulsiones e incluso en ciertos casos gangrena eran algunos de los síntomas asociados. Ello se debe a que este organismo contiene alcaloides, unos compuestos químicos orgánicos que, al ser consumidos, tienen efectos sobre el cerebro y el sistema circulatorio que producen esa llamativa sintomatología.
El cornezuelo ejemplifica esa “leyenda negra” que, según la investigadora del CSIC María Teresa Tellería, ha rodeado a los hongos a lo largo de la historia. En el caso de los juicios de Salem, la hipótesis es que lo que causaba que las chicas Salem se comportaran de aquella forma no eran los pactos con el diablo, era una intoxicación causada por la ingesta de centeno (con el que hacían el pan) contaminado por cornezuelo, un hongo que produce una enfermedad llamada ergotismo (también conocida como “fiebre de San Antonio”, “fuego de San Antonio” o “fuego del infierno”). Una de las sustancias producidas por el hongo es la ergotamina, de la cual deriva el LSD y que posee un 10% de su actividad.
El ergotismo se caracteriza por síntomas como perturbación de las sensaciones, alucinaciones, contracciones musculares dolorosas, convulsiones, vómitos y diarreas, además de trastornos mentales como el delirio, manía, estados melancólicos y psicosis.
Aunque en Europa era una enfermedad conocida desde la Edad Media, en EEUU no se tiene constancia de referencias de esta enfermedad ni sus síntomas hasta el año 1807. Muchas de las visiones que las supuestas brujas relataban recuerdan mucho a las que después han sido narradas por personas viviendo un viaje de LSD.
Tellería considera que estas y otras anécdotas remiten a esa relación de amor-odio que mantenemos los humanos con los hongos, “unos organismos muy mal conocidos e interpretados”, señala. “Cuando se habla de ellos, todo el mundo piensa en su lado gastronómico. Eso es confundir una pequeña parte con el todo”, añade.
Junto a su vertiente culinaria, el otro aspecto que más atención despierta es la toxicidad de algunas especies. Pero en este punto también reina la confusión. Aunque existen pocas que sean venenosas mortales, en general “tenemos una idea muy maniquea de los hongos”, afirma. “Parece que solo los hay buenos y malos, los demás no existen, cuando los comestibles y venenosos son un porcentaje muy pequeño de las 100.000 especies hoy conocidas”, explica.
El propio cornezuelo refleja los peligros de una excesiva simplificación. Aunque puede provocar ergotismo, sus alcaloides también han tenido y tienen usos farmacológicos y terapéuticos. Por ejemplo, por su potente efecto vasoconstrictor se ha utilizado contra las migrañas y para tratar las hemorragias post-parto.
Para rematar los malos entendidos en torno a estos organismos, Tellería, que trabaja como micóloga en el Real Jardín Botánico del CSIC, recuerda otro error habitual: identificar los hongos con plantas. Tanto es así que incluso el diccionario de la RAE patina. “Los describe como plantas talofitas sin clorofila, cuando constituyen un reino independiente más emparentado con los animales. Es lo mismo que afirmar que las ballenas son peces o que los murciélagos son pájaros”, concluye la investigadora.
Fuente: http://www.codigonuevo.com/las-brujas-de-salem-eran-brujas-estaban-muy-drogadas/
las cosas solas porque si no suelen funcionar.
la investigadora ha concluido algo tan sabio que me deja en asombro perpetuo.
yo no creo que el hongo haga todas esas cosas.