
Miles de piedras grabadas con extrañas representaciones, un alucinado cirujano que nos habla de una civilización superior perdida en el tiempo, una familia de artesanos de la costa peruana que confiesa un delito para ocultar otro, y un desierto que provoca espejismos mentales. Todo, a 300 kilómetros de la capital peruana, en las orillas del pacífico.
La historia de las once mil “Piedras de Ica” del Dr. Javier Cabrera Darquea (1924-2001) debería ser escrita por un genio como Gabriel García Márquez, capaz de ilustrar los matices y sutilezas que destilan del alma del personaje principal de esta historia.
Aquí vamos a contarla tal y como es, en tres entregas, con cada una de sus vueltas de tuerca. Usaremos como base, el libro “La verdad sobre las piedras de Ica” de Maria del Carmen Olázar y Félix Arenas, y el exhaustivo trabajo que el investigador José Antonio Caravaca ha realizado sobre el tema.
Para Los Divulgadores, el Dr. Cabrera Darquea fue víctima de un engaño que, camuflado en los aires de cambio de los años sesenta, se disfrazó de sueño y de revelación, y terminó convirtiendo al medico iqueño en el personaje principal de una de las tragicomedias más amargas de los últimos tiempos.
Por ahora, pongámonos en los zapatos del alucinado Doctor Cabrera, allá por los maravillosos años 60.
De cómo Cabrera se enamoró de las “Piedras de Ica”
María del Carmen Olázar y Félix Arenas, autores del libro “La verdad sobre las piedras de Ica”, nos narran el inicio de la relación entre el Dr. Cabrera y las enigmáticas piedras. Todo empezó en los años sesenta, en el valle de Ica, al sur de Lima, en el Perú:
“Félix Llosa Romero regaló a su amigo Javier Cabrera, una piedra para que la usara como pisapapeles. Era el 13 de Mayo de 1966 y supuestamente fue un obsequio con motivo del cumpleaños del doctor.
– La tomé en la mano y me sorprendió su gran peso, confesaba Cabrera, moviendo la mano como si aún estuviera sopesando el objeto.. Era una piedra ovalada, de color negruzco, y tenía grabada sobre la superficie la figura de un pez desconocido. La piedra me pareció extraña…”
El Dr. Cabrera relató que su primer encuentro con una de las piedras grabadas ocurrió cuando tenía dieciséis años. Una sonda perforadora que extraía material del subsuelo en la hacienda de su padre en el distrito de Salas (Ica), se topó con una piedra grabada. Los trabajadores le explicaron al joven Cabrera que la piedra había sido tallada por los incas, y este quedó impactado para siempre. Su padre guardó la piedra y Cabrera olvidó el asunto. El tiempo pasó y Javier Cabrera se dedicó a sus estudios de cirugía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos del Perú.
Cuando su amigo Félix le regaló la piedra en 1966, el Dr. Cabrera le preguntó cómo la había obtenido. Félix le contó que su hermano tenía una amplia colección de piedras parecidas a la que le había obsequiado.
El Dr. Cabrera fue a visitar al hermano de Félix y quedó fascinado frente con su enorme colección de piedras grabadas. En ellas, se podían apreciar aves, lagartos, arañas, serpientes, camarones y tortugas. Cabrera recuerda sus primeras impresiones:
“Vi también dibujos de hombres. Escenas simples y complejas de pesca y cacería. Animales con rasgos diferentes a los de las especies actuales: serpientes con aletas en el dorso, aves con cornamentas, artrópodos con tenazas de igual longitud, peces con múltiples aletas distribuidas por todo el cuerpo. Las escenas parecían tener movimiento, como estuvieran cobrando vida frente a mí.”
Desde este momento, las piedras de Ica se convertirían en la maldición de Cabrera, y el desierto de Ocucaje en su Macondo. A sus cuarenta dos y años, su destino había sido sellado: el doctor se consagraría en cuerpo y alma a recopilar las piedras grabadas y descifraría el mensaje oculto en sus dibujos.
De cómo Cabrera llegó a tener cinco mil piedras
Con el tiempo, el Dr. Cabrera llegó a tener más de mil piedras grabadas. Para 1967, Cabrera era el director de la Casa de la Cultura de Ica y decidió exponer las piedras en el local de esta institución. El Dr. Cabrera imaginó que las piedras atraerían la atención de los arqueólogos peruanos, quienes vendrían al museo a analizarlas y descifrar su mensaje. Esto nunca sucedió. Nadie le prestó interés a las piedras que empezaron a llenarse de polvo en los anaqueles de la Casa de la Cultura de Ica.
En 1968, sucedió un episodio importante. Cabrera fue destituido del cargo de director de la Casa de la Cultura de Ica, y en su reemplazo fue nombrado Adolfo Bermúdez.
Cabrera relata que esto lo alarmó, pues Bermúdez ya se había opuesto a que las piedras se exhibieran y había hecho declaraciones en contra de su autenticidad. Bermúdez era un enemigo de las piedras.
En una entrevista concedida al diario Correo sobre las piedras grabadas de Ica, Bermúdez involucró la opinión del sabio peruano, Raúl Porras Barrenechea.
“No fue necesario solicitar la opinión de un especialista. En una oportunidad mi amigo el arqueólogo norteamericano John L. Rowe me aseguró que las piedras eran falsas. Testigo presencial fue Raúl Porras Barrenechea, conocedor también de la tradición artesanal de la región, sobre todo en la madera, en guarango. Además, el Dr. Luis Valcárcel (hará unos años, y para que usted advierta que grado de importancia le atribuyó), me dijo ‘la policía debería averiguar quien las hace.’”
Cabrera entró en pánico, temiendo que Bermúdez enviara al sótano su preciada colección, mudó las piedras a su residencia. Allí, con la obstinación de quien se sabe poseedor de alguna verdad oculta, fue transformando poco a poco lo que era su consultorio médico, en lo que luego sería el “Museo de las Piedras Grabadas de Ica”.
A finales de 1970, un bien intencionado Dr. Cabrera entró en contacto con los hermanos Uchuya: Basilio, Jesús y Heliodoro, quienes eran huaqueros y artesanos. (Huaquero es una palabra que se utiliza para denominar a aquel que desentierra restos arqueológicos sin el permiso oficial.)
El Dr. Cabrera pensó que los Uchuya podían ayudarlo en su búsqueda de piedras. Lo que no imaginó, es que los Uchuya tenían intenciones menos científicas. El Dr. Cabrera cuenta que entabló amistad con los tres hermanos y que Heliodoro, un buen día, le regaló dos piedras grabadas.
Entonces, usando su dinero, el Dr. Cabrera fue comprando, principalmente a través de los hermanos Uchuya, cuanta piedra grabada se le cruzaba en el camino. Según los Uchuya, había una cantera donde se podía encontrar miles de estas piedras. En poco tiempo, Cabrera llegó a tener más de cinco mil piedras.
Desde ese entonces, el Dr. Cabrera fue sufriendo un paulatino cambio en su personalidad, se alejó de todos, y se dedicó exclusivamente a sus cinco mil piedras. Las estudiaba, las analizaba, las comparaba, las cuidaba y hasta podríamos imaginar que soñaba con ellas, pero sobretodo, las seguía coleccionando.
Lo que había empezado como un sano pasatiempo, se había convertido en una obsesión enfermiza que lo llevaría hasta las puertas de la locura.
Nadie entendía a Cabrera. Miles de piedras ocupaban ahora los cuartos de su residencia, algunas eran del tamaño de un puño y otras del tamaño de una llanta con un peso de hasta quinientos kilos.
De cómo Cabrera interpretó las piedras de Ica
Cabrera dedicó años a estudiar y descifrar el supuesto mensaje críptico de sus piedras. Ante la mirada cada vez más sorprendida de quienes lo conocían, Cabrera se fue aislando de todos y se refugió en sus piedras.
El Dr. Cabrera sostenía que su colección era una biblioteca en piedra, testimonio de una humanidad muchísimo más avanzada que la nuestra, que habitó la Tierra hace miles de años. Los dibujos de estas piedras constituían el legado escrito de esta humanidad. Cabrera bautizó a esta civilización perdida como la humanidad gliptolítica porque su legado eran los gliptolitos, las piedras.
Según Cabrera, el hombre gliptolitíco llegó a la Tierra hace millones de años para crear genéticamente a los ancestros de la especie humana, y abandonó la Tierra antes del impacto de un gran cometa, hace 65 millones de años. El lugar de despegue de las naves de la humanidad gliptolítica habría sido las pampas de Nazca, y el lugar de destino, las Pleyades. De acuerdo con la visión de Cabrera, la humanidad gliptolítica nos dejó su legado intelectual en las piedras grabadas. El Dr. Cabrera veía sus cinco mil piedras eran una como una biblioteca lítica.
Según su teoría, la humanidad gliptolítica tenía una antigüedad de 405 millones de años y había convivido con los dinosaurios como mostraban algunas de las piedras. Cabrera creía que esta humanidad superior había escondido las piedras, intencionalmente, con el objeto de transmitirnos sus conocimientos. Esta civilización habría escogido la piedra como soporte de su legado por su capacidad de resistencia al paso del tiempo.
Mientras Cabrera estudiaba las piedras, su obsesión lo traicionó e introdujo un elemento perturbador en su mente. El Dr. Cabrera llegó a la conclusión de que le faltaban piedras. El mismo lo relata en su libro, “El mensaje grabado de las piedras de Ica”.
“Los análisis comparados revelaron, que inclusive, cuando las figuras de dos piedras eran similares, la presencia de uno o más elementos nuevos insertados en el diseño, o variaciones de la postura de las figuras, animales y vegetales, como también la ubicación de los objetos representados, hacía cada diseño único. Empecé entonces, a separar las piedras en grupos que presentaban semejanzas superficiales. Fue en este punto que descubrí algo que significó un gran paso hacia adelante en mi investigación: cada grupo de piedras constituía una serie construida alrededor de un tema y dentro de la serie, el diseño de cada piedra representaba un aspecto diferente del tema. Examinando los temas, encontré que revolvían sobre diferentes aspectos del conocimiento humano. Pero si bien la naturaleza del tema podía ser determinaba a simple vista, era mucho más difícil conocer con precisión el significado de cada parte del diseño. Parecía que, para poder descifrar el sistema de expresión usado, tendría que tener a mi disposición más piedras para evitar interferencias basadas en series incompletas.”
El Dr. Cabrera dedujo que las piedras estaban organizadas en series temáticas, y que para entender el mensaje en su totalidad había que tener todos los elementos de cada serie. Había que conseguir todas las piedras grabadas existentes. Todas. La obsesión de Cabrera empeoró…
Cabrera llegó a tener más de once mil piedras, y las ordenó en estantes en su casa-museo, de acuerdo a la serie a la que pertenecían: astronomía, botánica, zoología, antropología, transporte, rituales, caza, pesca…
A continuación, el Dr. Cabrera explica una de las piedras en las que se ve a un dinosaurio siendo cazado por un grupo de humanos:
“Tal y como se ve en las múltiples escenas de cacería de estos gigantes, y basándome en estos descubrimientos, afirmó que la cacería de dinosaurios no sólo fue una demostración del valor y la supremacía intelectual del hombre (gliptolítico), sino que la realizó con fines alimenticios y hasta deportivos. Todas estas evidencias y descubrimientos nos llevan a presuponer la existencia de una cultura peruana de insospechada antigüedad, anterior a la época preincaica, y confirman, en primer lugar, la coexistencia del hombre con el dinosaurio.“
Si esto suena extraño, sus afirmaciones sobre las piedras grabadas relacionadas con la medicina, son más sorprendentes aún.
“Poseo series de piedras que testimonian un vasto conocimiento médico y revelan que aquella sociedad primitiva llego a encontrar soluciones a diversos problemas que aún afronta la sociedad actual en el campo de la cirugía. Técnicas usadas para anestesiar, partos en situaciones difíciles y anormales, trasplantes de órganos, cirugía facial…”
Afirmaba además que esta humanidad gliptolítica había encontrado la solución al problema del rechazo de órganos, a través de la hormona anti rechazo. El Dr. Cabrera sostenía que la serie de piedras relacionadas con la astronomía, mostraban mapas de la Tierra que incluían dos continentes perdidos: la Atlántida y Lemuria.
Si el mensaje de las piedras era cierto, Ica era la cuna de la humanidad!.
Al menos eso pensaba el Dr. Cabrera, aunque nadie lo sabia, al menos por ahora…
En la siguiente entrega de esta serie, Von Daniken, J.J. Benitez y la reina de España se maravillan ante las piedras de Ica.
Fuente: http://losdivulgadores.com/blog/2012/03/14/piedras-de-ica-i-el-alucinante-dr-cabrera/