
Nadie conoce la verdadera historia de los masones, que está llena de especulaciones y sobre la que se ha escrito infinidad de títulos desde la aparición del fenómeno.
La masonería es, en fondo y forma, una iniciación espiritual por medio de símbolos. Esta definición proviene de la que los grandes maestros dieron en Suiza por los años cincuenta. Dice un apartado de un libro japonés del siglo XII que el pez vive muy feliz bajo el agua, y el pájaro muy feliz en el bosque; sin embargo, es necesario ser pez o pájaro para entender qué se siente. Igual sucede con la masonería; resulta complicado, y resbaladizo, transmitir el mundo iniciático. Sin caer en el sincretismo ni en la mezcla de opiniones, puede decirse que presocráticos como Anaxágoras, la masonería espiritual y el esoterismo cristiano dicen lo mismo y hablan el mismo idioma, sólo que de maneras distintas.
Los orígenes de la masonería son oscuros. Para intentar explicarlos, parto de dos premisas: la masonería operativa y la masonería especulativa. Por un lado nos encontramos con la masonería operativa, gremio de canteros que, sobre todo, construían catedrales góticas. Se trataba de un gremio muy cerrado, por los conocimientos que manejaba sobre el levantamiento de catedrales y por los códigos de comunicación que empleaban sus miembros. Hay que pensar que la construcción de una catedral era una labor larga que abarcaba varias generaciones. Los canteros vivían en las posadas de los pueblos, y en las horas de descanso se reunían en una choza -de donde proviene el término logia- para cambiar impresiones o comer. Con el devenir de los tiempos, estas construcciones góticas proporcionaron algún tipo de conocimiento iniciático. Un grupo así, que se mantiene tanto tiempo junto, termina derivando ineludiblemente hacia las inquietudes del ser humano.
En efecto, el ser humano -aunque sigue en evolución- se encuentra incompleto. Las explicaciones bíblicas no nos convencen. El ser humano había nacido con unas posibilidades muy concretas y se mecanizó, es decir, derivó hacia la especie incompleta que ahora somos. Es impensable que una especie con la capacidad cerebral que tiene se dedique a matar a su hermano por nada.
Por ello, la masonería intenta hacer evolucionar a la especie para que retome la forma que fue. Las religiones hacen lo mismo, salvo con una diferencia. La masonería llega hasta un punto en el que no tiene explicaciones. La fe puede llenar las grandes dudas que quedan por resolver, pero la masonería no las da: sólo intenta hacer evolucionar a la especie humana en sus reuniones, con el fin de que, mediante ella, pueda entender mejor la figura del gran arquitecto del universo.
La masonería pretende trabajar en esencia, en el nivel primario. Siempre explicamos que, cuando el presidente de la I República, Manuel Azaña, se inició -de todos es conocida su vasta cultura-, el Venerable Maestro de la logia era un camarero de Madrid. Es posible que este camarero se moviera más en esencia que Azaña, cuya personalidad y conocimiento son reconocidos por todos. Eso es la masonería, y no otra cosa.
Entre 1050 y 1350, y al calor del fervor religioso de las Cruzadas, se construyeron alrededor de mil edificaciones en Francia, entre las cuales destacan unas noventa catedrales. La masonería, el gremio, creció; permanecía cerrado en sí mismo, se llamaban entre sí hermanos y no dejaban entrar a nadie ajeno. Hubo un momento en el que se dejaron de construir catedrales. El gremio empezó a decaer.
Llegamos así al origen real de la masonería, fuera de cualquier especulación. En Inglaterra, un grupo de científicos de la Royal Society, institución dedicada a la investigación, se dio cuenta de que, a diferencia del oriental, el mundo occidental no tenía, más allá de las religiones, instituciones que abordaran los temas esotéricos e iniciáticos. No para competir con las instituciones del mundo oriental, sino para dotar al occidental de aquello de lo que se merecía, decidieron crear una institución en la que, independientemente de las religiones, nuestra especie humana pudiera desarrollarse.
Todos pensamos que Newton fue el padre de la masonería especulativa. El científico inglés es conocido por sus teorías sobre la gravitación y porque dirigía, como científico, la Casa de la Moneda de Inglaterra. Además, era un gran alquimista, saber que constituía su devoción. Pues bien, Newton, a través de otros miembros de la Royal Society, pensó en asumir la organización de las logias que quedaban y que se remontaban a los canteros (masonería operativa). Cuatro de estas logias se unieron el día de san Juan de 1717 en la Gran Logia de Inglaterra. El creador, evidentemente, nunca fue masón.
Esta sociedad comenzó a trabajar con un cierto éxito. El papa Clemente XII, y no por motivos de fe o religión, sino quizá de temporalidad, prohibió la masonería mediante una bula. Excomulgada y hereje, la propaganda fue tal que la masonería se expandió. Debo decir, por cierto, que ya no estamos excolmulgados, gracias a Juan XXIII.
En la institución empezaron a ingresar los restos de las sociedades iniciáticas que había por Europa: templarios, alquimistas, espiritistas, magos, etc. Todos ellos aportaron sus conocimientos, que quedaron reflejados en los rituales, como un cajón de sastre donde se han mezclado conocimientos diversos que están al alcance de quien desee estudiarlos.
Posteriormente ingresó la nobleza en la institución, así como más científicos. Los problemas llegaron cuando entraron los empresarios, quienes deseaban utilizar (no todos, desde luego) la institución para sus fines. Ahí empezó su desvirtuación.
Los requisitos para ser masón son muy sencillos: ser mayor de edad, libre (con todo lo que ello implica) y de buenas costumbres. Son precisos, además, ciertos conocimientos intelectuales para entender el mundo complicado que encierra.
Las diferencias entre los masones y las religiones son grandes. La célula madre de la masonería es la logia, reunión soberana de hermanos maestros (siete como mínimo) que se junta para trabajar. La obediencia del país correspondiente la reconoce, la logia tiene autonomía propia y las divergencias entre logias pueden ser grandes en cuanto a los conocimientos, algo que no sucede, en cambio, en la Iglesia. En efecto, la normativa aplicable a dos mil millones de personas debe ser homogénea para que a todos se les apliquen las mismas normas, algo que no sucede en la masonería. Hay logias cuya forma de trabajo y conocimiento avanza mucho, mientras que en otras no sucede así.
La relación de la masonería con algunos países es curiosa. Los ingleses se apoyaron en la masonería para sustentar la Commonwealth. Asimismo, la masonería funciona en Cuba, donde cuenta con unos cincuenta mil miembros. Cuando Fidel Castro se hizo con el poder, aparte de descubrir que José Martí y algunos de los que le habían ayudado eran masones, se dio cuenta de que la única organización viva en la isla eran las logias masónicas, por lo que le interesó su funcionamiento. Como se puede comprender, está domesticada por el régimen, y las actas de las reuniones son conocidas por el aparato castrista; no obstante, el día en que falte el dictador, es posible que se produzca una explosión de la masonería en Cuba.
También es interesante detenerse, aunque sea brevemente, en la relación de la masonería con las mujeres. La Gran Logia de Inglaterra no las admite, pero hay otras obediencias mixtas e, incluso, femeninas, en las cuales ha habido mujeres brillantísimas. Pienso, por ejemplo, en la arpista catalana Clotilde Cerdá, hija de Ildelfonso Cerdá, arquitecto del Ensanche barcelonés. Por cierto, en España jamás decimos, por prudencia, si alguien es masón, salvo que lo autorice. La Vanguardia ha publicado recientemente, por ejemplo, que Caterina Mieras, consejera de Cultura de la Generalitat, es masona.
La situación actual de la masonería española es diferente de la vivida en otros países cercanos. Tras la dictadura, no fuimos legalizados -como lo fue, por ejemplo, el Partido Comunista de España-. La petición fue denegada por Martín Villa. Ruiz Jiménez defendió nuestro caso, y el Tribunal Supremo nos dio, finalmente, la razón. En los últimos veintitrés años, la trayectoria es la siguiente. Inicialmente salimos «domesticados», y aquello fue un fracaso: éramos pobres, pocos y mal avenidos. Teníamos graves problemas, discusiones, hermanos mayores que habían regresado del exilio…; España había cambiado, las visiones eran diferentes y otros hermanos, como yo, nos habíamos iniciado en el exterior. Actualmente somos unos tres mil, cuando en un elemental examen prospectivo deberíamos llegar a los cincuenta mil para equipararnos con otros países. En los últimos años nos hemos centrado, y nos encontrado lentamente a nosotros mismos.
En España, la masonería entró en 1728, cuando en Madrid se creó una logia por los ingleses, concretamente por el duque de Wharton, enterrado en Poblet. Sus vicisitudes a lo largo de los años son conocidas. Con Carlos III y con Napoleón funcionó bien, pero fatal con Fernando VII. Las Cortes de Cádiz le fueron propicias, así como la I República (Figueras, Salmerón y Castelar eran masones). Nos fue achacada la pérdida de las colonias, cosa en la que no creo, y con Primo de Rivera fue tolerada. La II República supuso un momento importante, con ministros y diputados masones en las Cortes… En definitiva, cuando el sistema ha sido liberal, la masonería ha funcionado bien en España, pero, cuando ha sido cerrado y arcaico, no ha resultado así.
En cuanto a la situación actual, y a pesar del aletargamiento, hemos notado que en los dos últimos años se acerca a nosotros mucha gente; son números a los que no estamos acostumbrados. Desconocemos los motivos del fenómeno, por supuesto. Puede deberse a alguna novela histórica exitosa o, quizá, a una película taquillera. Desde luego, es indudable que la situación política nos es favorable (el presidente del Gobierno ha reconocido que su abuelo era masón); además, la juventud no encuentra dónde aparcar para decir algo.
En cuanto a nuestro patrimonio -y salvo el reconocimiento moral, realizado por el Parlamento de Cataluña hace unos años, de que la masonería había ayudado en el campo de las relaciones humanas-, no hemos recibido ningún desagravio moral ni económico. Cuando Felipe González ganó las elecciones, la masonería reclamó su patrimonio, pero nadie hizo caso. Hace más o menos un año, ERC (partido de tradición masona entre sus creadores) presentó una proposición no de ley a las Cortes para que se reconociera nuestro patrimonio. Dicha proposición fue transformada por este partido en de ley, junto con otras cuestiones, a nuestro juicio, quizá fuera de sitio. En el mes de febrero de este año debía votarse si este asunto se admitía a discusión en las Cortes. No se admitió, pero el PSOE se comprometió a presentar, antes de junio, este proyecto ante las Cortes.
https://www.youtube.com/watch?v=HicR8t80COM
Fuentes: http://servicios.elcorreo.com/auladecultura/santiago_rio2.html
Muy buenas noches QQ.:HH.: Quisiera solicitar a ustedes a traves de este medio, el apoyo para la búsqueda de material sobre la historia y la importancia de la función del Maestro de Ceremonias en la logia y en el mundo profano. Espero puedan ayudarme. Envio un T.:A.:F.:
… Nada en síntesis. La MASONERÍA es en la practica una Fase Trascendental de la Cantería, es decir, el arte de manipular el CALICANTO. Sin embargo, es necesario ir más profundo, no hasta el extremo de las raíces, más bien sólo hasta la «cofia» o pilorriza en el Punto Germinativo que está en la raíz principal del Árbol de la vida. Dice en el artículo que La Biblia no es suficiente para explicar lo que es la Masonería; pero está erróneo el concepto. Porque, según la Masonería Trascendental, el Gran Arquitecto Universal no empezó la Creación manipulando el polvo de la tierra, – materia prima de la Gran Obra -, sino, creando La Luz, lo que la hace el Elemento Primordial en la Masonería, ya que en la oscuridad nada puede hacerse que pueda quedar perfecto. Sin embargo, no es La Luz Primordial lo primero que surgió en la Masonería Trascendental, sino La IDEA BRILLANTE DE LA TESIS MESIÁNICA. Si la IDEA no es brillante, no alumbra. Y si no alumbra, el camino no se ve y el «Iniciado» se pierde. La cave está en el verdadero significado de la palabra INICIACIÓN. «La Iniciación es la misma vida», y para el hombre naturalmente lúcido, la vida es una bohemia, una borrachera o peor que esto, una LOCURA. ¿Porque las mentes son oscuras? Porque beben vino… El dilema del ser y del no ser de la filosofía: ser un iniciado o no ser un iniciado. Porque la palabra INICIADO significa BORRACHO, y ningún borracho está mentalmente lúcido ni menos iluminado…!!! Le sugiero al amable lector, se digne mirar y escuchar atentamente el siguiente vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=q7oVTW4E7nQ&list=PLMRM3uS0cCR92iCgNDlbSulaFDRmlU7uM&index=3
Muchas Gracias por Comentar. – Saludos.
Articulo que especula pero tiene multiples inexactitudes, la masoneria moderna no nacio de la Royal Society, miembros de esta se unieron posteriormente. Y algunas otras mas.
Don Manuel Azaña fué presidente de la Segunda República, no de la primera. Muy bien artículo salvo este importante detalle