
Antes de la información, aprovechamos la ocasión para presentaros nuestro libro, el cual nos ha costado mucho tiempo de recopilación, trabajo e investigación, donde creemos que una vez termine de leer será usted consciente de la manipulación a la que ha sido expuesto el «Nuevo Testamento» por la religión Católica, y cómo ha eliminado y modificado radicalmente partes de este pues rompe con sus dogmas que nada tienen que ver con las verdaderas enseñanzas de Jesús.
¿Nació Jesús el 25 de diciembre?¿Fue Nazaret el lugar donde lo hizo?¿Era José su Padre realmente?¿Pudo ser su origen de otro mundo?¿Era un hombre normal y para nada divino?¿Tenía hermanos, mujer e hijos?¿Donde está sus descendencia?¿Lo apodaron el «niño asesino» cuando era pequeño?¿Es la religión católica una invención del emperador Constantino?¿Es Jesús una invención para manipular al pueblo?
El equipo de «Un Surco En La Sombra» responde a estas y muchas más incógnitas en un largo estudio que recopila teorías realmente diferentes a todo lo que se ha dicho públicamente de la vida de Jesús a lo largo de la historia. Nos sentimos orgullosos del trabajo realizado y poder dar la oportunidad de ver la otra cara de la moneda.
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Una vez dicho esto le damos las gracias por su tiempo y le mostramos la información que buscaba. Estamos seguros que será de su agrado y le hará que pensar
Asumamos que Jesús no existió como un ser milagroso y divino; que existió solo como un hombre común y fisiológicamente corriente. En ese caso hay que suponer que tuvo un padre carnal. Podemos admitir perfectamente que no pudo ser el esquivo y escurridizo “José el carpintero” que nombra los evangelios. Es tan forzada y sobrepuesta esta figura de José, que su invención es más que obvia; su presencia es tan limitada y artificial en los evangelios que esta demás decir que es una agregación posterior. Pero… si José no era su padre… ¿Quién era? ¿A quien pretenden los evangelios ocultar? ¿Quiénes eran sus verdaderos parientes?
Entiendo perfectamente lo difícil que es para el creyente cristiano común el pensar que Jesús no era un ser celestial y divino. Por esto es comprensible el sentirse reacios a aceptar que Jesús tuvo hermanos o hermanas; y un padre carnal. Pero como bien se ha demostrado que Jesús no existió como un ser celestial y mágico; es lógico suponer que si solo era un Jesús humano y un revolucionario de la primera parte del siglo I, es perfectamente entendible que tuviese una familia que lo apoyase y se involucrase en sus actividades revolucionarias.
Y si este Jesús “Humano” existió, los documentos del siglo I (bien sean cartas y evangelios, apócrifas o no) nos darán datos sobre su filiación familiar)
La unidad e integración familiar entre los judíos es muy fuerte, por lo que no es descabellado pensar que los hermanos y familiares cercanos de Jesús estaban íntimamente involucrados en su movimiento revolucionario-religioso.
Como pudimos constatar en publicaciones anteriores es bastante probable que Simon-Pedro fuese hermano carnal de Jesús (Mateo 13,55) así como Andrés, Jacobo (Santiago) y otros más.
Verifiquemos pues quien era el padre de Jesús y de sus hermanos Pedro y Santiago.
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En sus Antigüedades judaicas (libro XX, V, 2), Flavio Josefo nos precisaba que ese Jacobo (Santiago) y ese Simón eran los dos hijos de Judas de Galilea, alias Judas de Gamala, y por lo tanto que eran hermanos.
Fue bajo éste (Tiberio Alejandro) cuando sufrió Judea la enorme carestía de víveres que hizo que la reina Elena (reina de Abdiadena) comprara trigo a Egipto a elevado precio para distribuirlo a los indigentes, tal como he dicho antes. Fue también en aquel momento cuando apresaron a los hijos de Judas de Galilea, quien había incitado al pueblo a rebelarse contra los romanos cuando Quirino procedía al censo de Judea, como hemos contado precedentemente. Esos dos eran Jacobo y Simón. Alejandro ordenó crucificarlos…»
Flavio Josefo, Antigüedades judaicas, XX, V, 2.
Abundan los versículos que establecen que Santiago (Jacobo en hebreo, evidentemente) y Simón eran hermanos menores de Jesús.
Por consiguiente, el silogismo es obvio: si Santiago y Simón eran, por una parte, hijos de Judas el Galileo (alias Judas de Gamala), y, por otra parte, ambos eran hermanos de Jesús, dicho Jesús era también hijo de Judas el Galileo…
Esta conclusión es lógica, sencilla y elemental.
Lo cual explica que Jesús, en sus proposiciones, recogiera numerosos elementos de la doctrina del citado Judas de Gamala, aquella doctrina en la que se basó la cuarta secta fundada por éste, y de la que nos habla Flavio Josefo en sus Guerras de Judea y en sus Antigüedades judaicas.
Observaremos también que con frecuencia Jesús se llama a sí mismo “hijo del hombre”. ¿Qué quiere decir con esto? Aquí abajo todos somos hijos del hombre. Es decir que, en hebreo, bar-aisch no significa nada. Pero, afortunadamente, existe un segundo vocablo para designar al hombre. El antiguo germánico conoce la palabra bar, que significa hombre libre, y ese término dio lugar a nuestro barón. El hebreo posee la palabra geber, que significa lo mismo, pero que tiene, además, el sentido de héroe.
Por lo tanto, si traducimos “hijo del hombre”, no por bar-aisch, sino por bar-geber, tenemos “hijo del hombre libre”, o “hijo del héroe”, características todas que se acomodan perfectamente a Judas de Gamala, el “héroe del censo”, el hombre que llamó a Israel a la insurrección en nombre de Yavé, y que hizo acuñar unas monedas que llevaban como exergo el término de medina, que significa “república”, que organizó Israel siguiendo dicho modelo, y elaboró una doctrina en la cual únicamente Dios era el rey del pueblo elegido.
Así pues, sería el “Héroe de Dios” (Geberael) el que fecundaría a la joven virgen llamada María, pero, en realidad, no se trataría de un puro espíritu (porque Gabriel, arcángel, significa asimismo “héroe de Dios”), sino de un héroe de tres dimensiones, de un hombre en el sentido completo del término.
Un último argumento apoya todavía la tesis de que Simón-Pedro y Santiago-Jacobo, su hermano, eran hijos de Judas de Gamala. Se encuentra en las Homilías clementinas, apócrifo sacado del Escrito primitivo, otro apócrifo del siglo II, de origen sirio o transjordano, atribuido a Clemente de Roma, discípulo directo de Pedro.
En las Homilías clementinas encontramos este extraño pasaje, que contradice formalmente a los Evangelios canónicos:
“Ante estas palabras Pedro respondió: «…Porque yo y Andrés, mi hermano, carnal y ante Dios, no sólo fuimos criados como huérfanos, sino además, a causa de nuestra pobreza y de nuestra penosa situación, desde nuestra infancia estuvimos acostumbrados al trabajo. Por eso soportamos bien ahora las fatigas de los viajes…»”
Clemente de Roma, Homilías clementinas, XII, VI.
De modo que Simón-Pedro y Andrés, su hermano, fueron huérfanos muy pronto, vivieron en la pobreza toda su infancia, y tuvieron que trabajar desde muy jóvenes. Esto se comprende muy bien si ambos eran los hijos de Judas de Gamala, muerto en el curso de la revolución del Censo. Y esto contradice, además, la existencia de un padre vivo, del pseudo Zebedeo, inventado por las necesidades de la causa.
En vista de todo lo precedente, se comprende muy bien la necesidad de los escribas anónimos de los siglos IV y V, deseosos de encubrir totalmente la figura de Judas de Gamala, de dar a Simón-Pedro y a Andrés, “su hermano carnal”, un padre con otro nombre, ¡y éste perfectamente vivo! Y nuestros escribas imaginaron a Zebedeo:
Mateo 4,21
21 Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.
Pues bien, sabemos por Mateo (13,55) que Simón y Santiago eran hermanos, lo que Lucas (5,10), púdicamente, llama “Compañeros” (otra patética contradicción)
Por lo tanto, los canónicos dicen de Simón, implícitamente, que es “hijo de Zebedeo”. En cambio, en otro punto se dice que es hijo de un misterioso Jonás (barjonna… Juan, 21,15). De hecho, no era hijo ni de Zebedeo ni de Jonás, era huérfano de padre, y ese padre se llamaba Judas de Gamala. La contradicción entre Mateo (4,21), que le llama hijo de Zebedeo, y Juan (21,15), que le llama hijo de Jonás, no hace sino acentuar las mentiras de los escribas.
A menos que María, esposa de Judas de Gamala, se hubiera vuelto a casar a la muerte de este último. Ello era perfectamente lícito una vez era patente el fallecimiento. Contrariamente al derecho común, según el cual cualquier hecho debía tener dos testigos para ser confirmado, para certificar un fallecimiento bastaba con un solo testimonio, y la muerte del esposo podía incluso ser sólo presumible (Talmud: Yebamoth, 88a) si el testigo era perfectamente honorable. Pues bien, no todos los compañeros de Judas de Gamala perecieron con él, de modo que su muerte pudo ser fácilmente atestiguada, y además los romanos la difundieron. En ese caso, Zebedeo pudo ser el segundo esposo de María, viuda de Judas, ya que la vida, en aquellos tiempos de disturbios, era terrible para una mujer viuda, con tantos niños que criar.
Uno de los motivos, y no el menos importante, de ese nuevo matrimonio sería la necesidad de salvar a los hijos del gran Galileo, a fin de salvaguardar la estirpe davídica, la filiación real. Y ese nuevo matrimonio, que quizás le fuera impuesto por el partido zelota, permitiría conservar el secreto de su existencia. En adelante serían, oficialmente, “hijos de Zebedeo”.
En efecto, los romanos no tenían por costumbre respetar la vida de la progenie de los rebeldes. Conocemos la historia de aquellas niñas y niños judíos que fueron embarcados en un navío con destino a los lupanares de Italia, y que se enteraron por la tripulación, atrevida y burlona, de su destino final. Todos sin excepción, a la señal de uno de ellos, se precipitaron al mar para evitar semejante degradación. Asimismo, cuando Rabbi Hanania, subjefe de los cohanin e hijo de The-radion, decidió continuar enseñando la Tora a pesar de la prohibición romana (bajo el reinado de Adriano), se le condenó a ser quemado vivo, con un rollo de la citada Tora enrollado alrededor de su cuerpo. Su mujer fue también condenada a muerte, por no haber impedido a su marido que se entregara a esos estudios sagrados, y su hija fue encerrada en una casa de prostitución. Fue Rabbi Meir, que se había casado con la sabia Beruria, hermana de Rabbi Hanania, quien compró a la muchacha de nuevo.
Por otra parte, los romanos buscaban a los supervivientes de la estirpe davídica para tenerlos bajo vigilancia en los períodos de paz, y exterminarlos en períodos de disturbios.
En la Historia eclesiástica, por ejemplo, leemos lo siguiente:
«Se cuenta, además, que después de la toma de Jerusalén, Vespasiano ordenó buscar a todos los descendientes de David, para que no quedara, entre los judíos, ni un solo hombre de la tribu real. Y a causa de esta orden, sobre la cabeza de los judíos pendió de nuevo otra gran persecución…»
Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica, III, XII.
“El mismo Domiciano ordenó suprimir a los descendientes de David. Una antigua tradición cuenta que algunos herejes denunciaron a los descendientes de Judas, que era un hermano camal del Salvador, como emparentados con el propio Cristo. Eso mismo lo demuestra Hegesipo, que dice en algún sitio: «Todavía existían, de la raza del Salvador, los nietos de Judas, a quien llamaban hermano carnal de aquél. Los denunciaron como pertenecientes a la raza de David. El evocatus los condujo ante Domiciano César, ya que éste, al igual que Heredes, temía la venida de Cristo. Les preguntó si eran de la raza de David, y ellos dijeron que sí. Entonces les preguntó cuántas propiedades tenían, qué riquezas poseían. Ellos dijeron que entre los dos poseían solamente nueve mil dinares, y que cada uno de ellos tenía la mitad, y añadieron que ni siquiera lo tenían en metálico, sino que era la valoración de una tierra de treinta y nueve pletras, sobre la que pagaban impuestos, y que ellos mismos cultivaban para vivir. Después mostraron sus manos, como prueba de su trabajo personal, alegaron la rudeza de su cuerpo, presentaron las callosidades incrustadas en sus propias manos a consecuencia de su continua labor. En vista de eso, Domiciano no los condenó a nada, pero los desdeñó como hombres simples y los dejó en libertad».”
Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica, III, XX.
En efecto, los verdaderos sicarios no tenían por costumbre cultivar la tierra, y sus manos no debían estar marcadas por las huellas de un duro trabajo del campo. Pero no por eso concluyó la persecución contra la estirpe:
«Después de Nerón y Domiciano, se levantó una persecución contra nosotros, según cuenta la tradición, parcialmente y en ciertas ciudades, a consecuencia de una sublevación de la población. Simeón, hijo de Cleofás… consumió su vida con el martirio, por lo que sabemos (III). Algunos de esos herejes acusaron, con toda seguridad, a Simón, hijo de Cleofás, de ser de la raza de David y cristiano (III). Porque era cristiano fue atormentado de diversas maneras durante varios días, y después de haber asombrado profundamente al juez y a quienes le rodeaban, tuvo un fin parecido a la pasión del Señor… »
Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica, III.XXXII.
El Chronicon paschale sitúa esta muerte en el año 105. Igual que Simón-Pedro y Jacobo-Santiago en el año 48, aquél también fue crucificado:
«…Simón, filius Cleophae, qui in Hierosolymis episcopatum tenebat, crucifigitur cui succedit lustus…» (Cf. Chronic. ad anum 107, Pág. 194.)
Observemos, de todos modos, que se confiesa que esta persecución (represión) se produjo a consecuencia “de una sublevación de la población”. Podemos estar seguros de que se trató, una vez más, de una tentativa de la corriente zelota de devolver a Israel su independencia, ambición legítima y loable. Pero liberemos a un emperador como Trajano, conocido por su elevado valor moral y su austeridad, de la acusación de intolerancia anticristiana. Efectuó una represión contra una sublevación de orden político, pero no decidió efectuar una persecución contra una creencia religiosa.
Admito totalmente que todo esto son teorías basadas no solo en los documentos canónicos, sino también en documentación histórica de la época. Pero es muchísimo más factible y creíble pensar que Jesús fue hijo de un revolucionario judío muerto en la revuelta del censo; a creer que Jesús es hijo de un dios que fecundó a una mortal al mejor estilo de la mitología helénica.
Por eso no entiendo como la mayoría de los creyentes se escandalizan al escuchar que Jesús pudo haber tenido como padre a un sedicioso rebelde, pero aceptan sin chistar y con regocijo que su padre es un Dios invisible y mágico…
¿Cómo confiar en las decisiones de personas que se basan en este tipo de razonamiento?
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Fuentes:
– Flavio Josefo, Antigüedades judaicas
– Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica
– Clemente de Roma. Homilías Clementinas
– M. Grant, Saint Peter (Weidenfeld & Nicolson,1994)
– R. Ambelain, Jésus ou le Mortel secret des Templiers, 1970
– Cullmann, Oscar (1962). Peter: Disciple, Apostle, Martyr
– Leslie Houlden (Ed.), Judaism & Christianity (Routledge, 1988)
http://ateismoparacristianos.blogspot.com.es/2011/05/pedro-hermano-de-jesus-y-quien-fue-el.html